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lunes, 12 de marzo de 2012

La casa chorizo

A fines del siglo XIX y principios del XX comienzan a aparecer las primeras “casas chorizos” o “casas de medio patio”, tan característica de una ciudad en la que el proceso inmigratorio comenzaba a hacerse importante, tan emblemática de la época, tan buscada en la actualidad...
Esta invención apareció allá por los ochenta en la ciudad para durar mucho tiempo. Aún en la década de 1930 se continuaron construyendo ejemplares, más o menos evolucionados.

La “casa chorizo”, tan difundida en Buenos Aires, fue parte constitutiva y fundamental de los edificios porteños en una época, y fue el punto de partida sobre cuyo diseño luego se proyectaron “casas chorizo de altos”, consistentes en dos casas superpuestas aprovechando los mismos patios, con entradas independientes. 
Posteriormente la “casa en hilera” y la “casa en hilera de altos” constituyeron otras formas de aprovechar los terrenos, cuyos valores se elevaban en la zona centro de la ciudad .

Este tipo de vivienda llegó al subdividirse las parcelas de la zona céntrica en cuatro parcelas de 7,56 metros de frente, manteniendo el fondo original.

Esas dimensiones angostas y profundas definieron un diseño arquitectónico muy ajustado, que “llevaba” la edificación hacia el interior de la manzana. La necesidad de airear los ambientes, darles luz, generar ámbitos de convivencia protegida sobre todo para los hijos (que de otro modo jugarían en la calle), estableciendo también divisiones físicas de la casa según usos, obligó a los constructores a introducir patios interiores. De tal modo, el uso del primer patio se reservaba a la familia, el segundo al personal doméstico (ambos separados por el comedor), y el tercero para la huerta, separado del segundo por la cocina y el baño de la casa.

Este diseño de vivienda fue utilizado con gran profusión por los inmigrantes, que llegaron a estas tierras generalmente sin dinero alguno, pero luego fue también adoptado por los hijos de esos inmigrantes, cuyo standard de vida había evolucionado.

El nuevo concepto edilicio facilitó también que pudiera ser construido por constructores artesanos o albañiles, venidos en buena cantidad de la Europa mediterránea (mayoritariamente de Italia) junto con la oleada inmigratoria de la segunda mitad del siglo XIX.

Dentro de la ciudad de Buenos Aires, los barrios en que más se edificó este tipo de vivienda fueron San Telmo, Montserrat y Barracas, luego Palermo, Chacarita, Caballito y Flores. 

La sucesión de ambientes intercomunicados, todos unidos entre sí alrededor de patios sucesivos, fueron la característica que, además de ir cubriendo la longitud del lote, permitió ir construyendo la casa a medida que su propietario fuera ahorrando, mejorara su situación económica o la familia se agrandara.
La casa de medio patio se ajustó plenamente a la legítima ambición de los inmigrantes de contar cuanto antes con una vivienda propia que le permitiera salir con sus familias de los conventillos, primeros alojamientos al llegar a estas latitudes una vez cumplida la etapa del Hotel de Inmigrantes. 
Adquirían el lote como podían, generalmente en lugares con acceso de trasporte o no lejanos a sus lugares de trabajo, y comenzaban a invertir sus ahorros en los primeros ambientes de la casa, que consistían en uno o dos espacios al frente del terreno, dentro de un plan modular que se iría extendiendo hacia el interior del lote, rodeando patios que albergaran primero a los hijos, luego los servicios, y finalmente la huerta.

En la web de “Arquitectuba” dice: “esta forma resultó muy flexible, permitiendo su adaptación a diferentes necesidades, gustos y niveles económicos. Daba respuesta a las necesidades de la casa popular, absorbiendo los cambios de la composición familiar y su crecimiento. Permitía al inmigrante la capitalización paulatina en dos aspectos: la valorización del lote con la creciente infraestructura urbana y poder materializar los ahorros de la familia con una construcción por etapas, de simple factura, en la que participaban parientes y amigos. El aumento de ocupantes o de recursos hacía que las habitaciones se multiplicaran a lo largo del lote. La flexibilidad de su conformación posibilitaba en su origen las más diversas actividades y podía albergar a familias complejas y ampliadas. También podía funcionar como fuente de ingresos mediante el alquiler de sus cuartos por separado, o alojar pequeños talleres de costura, artesanías o reparaciones. Hoy facilitan su adaptación a nuevos usos, como restaurantes, comercios, consultorios, oficinas, además de la vivienda compacta moderna. En tiempos posteriores los descendientes de los inmigrantes adoptaron esa forma de vivienda, por sus innegables ventajas, a sus evolucionados niveles de vida, y construyeron casas de medio patio de mayor lujo”.
 
Un ingenioso concepto de diseño otorgaba a los ambientes una suerte de “climatización” para neutralizar los picos de altas o bajas temperaturas, consistente en instalar el piso de manera elevada sobre el nivel de suelo dejando una cámara de aire que a la vez impedía el avance de humedades, y repitiendo otro espacio similar entre el cielo raso y la cubierta de techo, que recibía el aire cálido que se escapaba del volumen habitable a través de orificios disimulados por rosetas decorativas. Todo el sistema se completaba con la ventilación exterior que provenía del uso de las banderolas, lo que otorgaba una circulación de aire eficiente.

Aún hoy encontramos "casas chorizos". Y, aunque muchas se fueron modificando y mejorando, también hay muchas otras que conservan su fisonomía... Estas casas son muy buscadas, ya que no pagan expensas y son, relativamente, más económicas que una casa. De estas últimas cada vez quedan menos, ya que la fiebre de la construcción en nuestra ciudad fue demoliendo construcciones realmente valiosas para transformarlas en edificios. 

(fuente: perfileshistoricosbaires.com)

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